Con pretensiones de honestidad cotidiana y reflejo generacional, Lima y limón de Antonio Jiménez Morato (Madrid, 1976) registra la breve historia de un romance entre dos jóvenes, desde su comienzo hasta su (¿inevitable?) final. Planteada en fragmentos de un lenguaje limpio y elíptico, la nouvelle editada por Nudista busca registrar no sólo los devaneos del amor sino también de la memoria, a la vez que se inclina a favor de las relaciones (y las formas) breves. Como dice Fabián Casas en el epígrafe inicial: “Las parejas y las revistas literarias duran casi siempre dos números”.
“Lo bueno dura poco”, dice Jiménez Morato. Y amplía: “Me causa una envidia atroz ver a esos viejitos de 80 años que te dicen que llevan juntos 60 años y han sido felices todo ese tiempo. A lo mejor soy malvado, pero cuando alguien pretende convencerme de que es feliz perpetuamente pienso que esa persona es ingenua, no muy brillante. Cito a Vinicius de Moraes: 'Que (el amor) no sea inmortal puesto que es llama/ pero sea infinito mientras dure'”.
“Con Lima y limón quería transmitir el deslumbramiento que sentimos cuando nos enamoramos, pero al mismo tiempo la consciencia de que eso tiene una duración limitada, y que aun así vale la pena vivirse -sigue-. Por otro lado el amor y la muerte son los temas más fatigados en cualquier creación, es un tema trillado, cursi, cargado de lugares comunes. Buscaba escribir algo que la gente de mi generación pudiera leer como una expresión sincera del amor, no vergonzante.”
Falso documental
Jiménez Morato ha publicado libros de cuentos, novela, crítica y ensayos. Al español le gusta pensar que Lima y limón se integra a esa múltiple bibliografía como una pieza más. “Tengo una relación total con la literatura. Todo lo que sucede en Lima y limón es real, salvo que no sucedió con una única persona y en el orden contado. Se puede hablar de un falso documental donde agarro realidades y las monto de la manera que a mí me interesa. No hay muchas diferencias entre un ensayo crítico y una novela. Se trata de analizar la realidad”, advierte.
-Hay un bonsái al que la pareja del libro llama Alejandro, por Zambra. ¿Existe una afinidad generacional en lo fragmentario y minimalista?
-El bonsái Alejandro existió. Lo que pretendía era reflejar cómo funciona la memoria, que es fragmentaria, antojadiza, caprichosa, pero al final se ensambla. Por otro lado no es fortuito que surjan modos similares de narrar. Hoy abunda lo fragmentario, una especie de símbolo, síntoma o deformidad de lo contemporáneo. Lo fragmentario se impone en el día a día, en la manera en que nos relacionamos. Las maneras de narrar cambian porque la manera de vivir el mundo cambian.
-Al final no se sabe por qué la pareja se separa...
-Yo tampoco sé por qué la gente se separa. He llegado a la conclusión de que las cosas se gastan, tampoco sirve la terapia. Es como cuando tienes un sofá en casa y no sabes qué le ha pasado, no sabes si se le ha soltado un muelle o se ha quebrado una de las maderas. ¿Qué vas a hacer, rajar el tapizado y ver qué parte del armazón se ha ido a la mierda? No, empiezas a mirar otro sofá, tiras el viejo y reamueblas el salón. Suena fatal, pero es un poco así.
Presentación. La novela Lima y limón (Nudista) de Antonio Jiménez Morato se presenta en el marco del Festival Internacional de Literatura de Córdoba, este viernes a las 20 en el Museo de las Mujeres (Rivera Indarte 55). Su autor dialogará con Luciano Lamberti. Gratis.
Suplemento VOS de La Voz del Interior de Córdoba, publicado el 1 de agosto de 2014